Viaje a través de la danza por Miguel Berrocal para Teatros del Canal.
Cada mañana, a veces cada tarde, entro en el estudio, nos saludamos –me conocen ya- y, tras unas breves y amables palabras yo desaparezco con el fotómetro entre los colores de la madera de haya del estudio (la mosca en la pared). Comienza mi trabajo. Comienza el espectáculo. Danza contemporánea, flamenco, danzas urbanas, ballet clásico… yo, un testigo mudo que a veces se olvida de disparar atrapado por lo que veo, intento acompasar mis disparos al ritmo de sus coreografías, de los gestos del coreógrafo, de sus indicaciones, de los pies de los bailarines, o de los gestos de dolor de alguno de ellos por una torcedura inoportuna o de rabia por no haber podido hacer el movimiento requerido. Solos, duetos, grupales ¿primer plano? ¿plano medio? En cualquier caso, apasionante a veces y emocionante siempre.
Un estudio de danza es un mundo extraño: barras, espejos, sillas, toallas, camisetas, zapatillas, tutús, batas de cola y perchas confabulados para ensuciar la imagen. El piano no, el piano ayuda a dar sentido a muchos pasos de ballet clásico, y de paso, a dar peso a la imagen de algún salto. A veces me veo incluso en el centro del espacio persiguiendo el mejor encuadre de un gesto o de una posición que se me escapa, empapado yo también en el sudor del momento coreográfico. Si tus fotos no son lo suficientemente buenas, no estabas lo suficientemente cerca, decía el bueno de Capa. Y es verdad, solo que a veces ni te das cuenta de cómo has llegado al epicentro de lo que veías desde fuera solo unos segundos antes.
Contar historias con una cámara es mi trabajo desde siempre, desde que empecé a ganarme la vida. Un trabajo que elegí y que amo. Como amo llegar a casa y ver qué he podido atrapar ese día, con qué joyas entro a tomarme el café en la cocina nada más abrir la puerta. Cuando vuelvo del Canal, lo único que pido es ver en el visor el espíritu de la coreografía, del movimiento que he visto en la sala (con sus gestos de pies y manos y sus expresiones en la cara). Si es así, y no una únicamente sucesión de buenas fotos (uno es un buen fotógrafo), sé que he triunfado.