A la idea de la estética tradicional se la asociaba normalmente con el formato bello, armónico, agradable, decorativo y ordenado. Idea que todavía parece concordar y convenir a la perfección con una sociedad abierta, democrática, justa, pero que en el fondo encubre formas totalitarias y pensamientos únicos de mercantilismo extremo, corrupción, especulación e injusticia.
Sin embargo, los valores artísticos contemporáneos, ante esa pérdida de significados, contenidos y de sentido, expresan, por una parte, la escenificación de una crítica global –de ahí el uso frecuente del producto multidisciplinar- y, por otra, la recuperación del hálito original que determinó la vida o lo intemporal de la relación entre mito y cultura (influencia de lo primitivo y ancestral).
Por consiguiente, las manifestaciones dentro de esta realidad actual son múltiples, lo que no permite considerar a la figura del artista, por mucho que algunos teóricos se empeñen, en la de salvador, profeta, mago o curandero, ni tampoco la de héroe o su contrario. Ha de ser lisa y llanamente el que entienda su función creativa como síntesis de intelecto, oficio, pensamiento, sentimiento y magia, incluso irracionalidad, sin olvidarnos, por supuesto, de la ciencia y la tecnología. Y en ese terreno, lo que al final cuenta en cada caso y circunstancia, es la consecuencia de su envite.
Gregorio Vigil-Escalera
De las Asociaciones Internacional y Española de Críticos de Arte (AICA/AECA)