Historias detrás de las obras de arte por 3 Minutos de Arte
¿De dónde venimos? ¿Qué somos? ¿Adónde vamos? (1897). Gauguin.
Gauguin usa el color extremo para generar impacto emocional, deja de imitar a la naturaleza yendo hacia la simplificación de lo primitivo, no sigue las reglas de la perspectiva y se despreocupa por la profundidad. Por todo ello es uno de los artistas de quien más hereda la Modernidad.
Este cuadro, tal vez el más importante de su legado, tiene una historia fascinante ya que es en realidad su testamento.
Gauguin ha decidido quitarse la vida. Está viviendo en ese paraíso llamado Tahití, pero a su vez está viviendo en la miseria, decepcionado porque sus amigos no lo ayudan, enfermo, alcohólico y devastado por la noticia de la muerte de su hija: Mi hija ha muerto. Ya no quiero a Dios.
Gauguin ha decidido morir, pero ha decidido que antes trabajará un mes en su cuadro más ambicioso, final, definitivo, que viene pensando hace tiempo. Él mismo dice que supera a todos los anteriores y a todo lo que podría pintar eventualmente en el futuro.
He puesto en él, antes de morir, toda mi energía y tanta pasión dolorida en circunstancias terribles y una visión tan límpida, sin correcciones, que desaparece la prematurez y surge la vida.
Y pinta el ciclo de la vida: la inocencia del recién nacido, la tentación del joven que recoje una fruta y la resignación de una anciana en posición fetal ante la muerte próxima. (Un detalle genial es que el pájaro blanco a los pies de la anciana, sujetando un lagarto, significa para Gauguin la inutilidad de las palabras vanas, o sea: la inutilidad de las palabras).
Una vez terminado el cuadro, sube a la montaña y se toma una sobredosis de arsénico que el médico le ha recetado para tratar un problema en la piel.
Y ahí, al hombre con menos fe en el mundo lo alcanza un milagro:
Gauguin vomita el veneno y sobrevive (vivirá 5 años más). Y como si fuera poco, le compran el cuadro de inmediato.
Si observamos bien la obra, no sólo encontramos en ella el legado pictórico del artista sino también su legado filosófico, deja bien clara su propia cosmovisión.
El ciclo de la vida está pintado en sentido inverso: la vuelta a lo primitivo, a la pureza e inocencia del recién nacido, del principiante, es el verdadero camino.