Hápticos y visuales. Dos extremos en la percepción de la obra de arte.
Por Jorge Pedraza.
Por lo general, el espectador ante la obra de arte, al no conocer los principios básicos del arte visual y su juego estético, necesita referencias objetivas para apreciarla, siendo la semejanza con lo real el baremo por el que se rige habitualmente.
Viktor Lowenfeld en su libro «Desarrollo de la capacidad creadora», nos convence con una teoría en que el sujeto de tipo visual, necesita objetividad, que la obra tenga esa propiedad y siga las reglas academicistas, cómo es la perspectiva cónica o tridimensional, color local, formas «reales».
Este mismo autor se refiere también a otro tipo llamado háptico. En este caso estamos hablando de todo lo contrario; su naturaleza es subjetiva y aprecia los valores creativos del arte estando más acorde con la evolución del arte visual contemporáneo. Entramos pues en el campo de la experimentación, la creatividad y el riesgo de no tener referencia figurativa abandonando la «tiranía de la realidad». Se podría relacionar dicha actitud con la ruptura anti-academicista de las denominadas “primeras vanguardias”
Visual ó Háptico?
De esta manera tenemos dos extremos; el tipo visual cercano a la realidad, que necesita parámetros objetivos y el tipo háptico, subjetivo, que utiliza colores no reales o no locales, perspectiva que desaparece, se tiende al plano o dos dimensiones, la textura y la expresión.
Entre estos dos extremos, tenemos toda una serie de gradaciones en las que nos encontramos la mayoría de los artistas y espectadores, que no somos ni totalmente visuales ni plenamente hápticos, fluctuando en diversos grados de cercanía con la realidad y alineamiento con la subjetividad.
Ésta matización es importante porque como señalaba Rubens: “En un cuadro las medias tintas (grises) son mayoría” y medias tintas somos un porcentaje muy elevado de creadores, aunque quizás en el ámbito actual están más valorados los extremos que las zonas tibias.
¿Abstracción pura o realismo fotográfico? El arte tibio no llama la atención ¿Pero quien puede dudar de su necesaria existencia?
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