El retrato

El retrato:  (breve introducción de la conferencia “Miradas de la pintura”)

Siempre que un artista se enfrenta al desarrollo de un cuadro debe tener en cuenta la composición. Aunque no se quiera diseñar a priori, la relación de formas, colores, ubicaciones, significados, tamaños, etc., interaccionan en una obra que consigue mejorar o empeorar la comunicación del cuadro, esta debe ser tomada en cuenta por el artista. Los signos compositivos son los componentes del lenguaje de una obra pictórica y van a dirigir la mirada del espectador destacando unas zonas y ocultando otras.

Estos signos compositivos tendrán mayor presencia en el cuadro, es decir, generarán mayor atención al espectador según su peso compositivo. Así que, a mayor peso compositivo mayor protagonismo en la obra. El artista jugará con el reparto de estos pesos para conseguir sus objetivos. Uno de los mejores “compositores” de cuadros de la Pintura fue Velázquez, capaz de distribuir los pesos de una obra de forma que no nos demos cuenta de que no termina sus cuadros, solo desarrolla lo mas significativo y lo ordena con tal maestría que nos hace creer que está todo elaborado.

No hay más que fijarse en cuadros como “El triunfo de Baco” o “La fragua de Vulcano”, para descubrir grandes zonas del cuadro en las que prácticamente se descubre la grisalla y poco más y, sin embargo, el cuadro en su conjunto funciona a la perfección.

 

 

 

 

 

 

 

 

Estos signos compositivos son diversos e interaccionan con otros dentro del cuadro. Quizá la figura humana sea la forma con mayor peso compositivo. Siempre que vemos una figura humana en un cuadro se produce una identificación. De esta manera, como animales sociales que somos, nos interesamos por lo que le ocurre al personaje, qué está haciendo y cómo actuaría yo en su lugar. Los juicios y prejuicios de valor muestran nuestro sentido social, curioso, empático y porque no, fisgón.

Todo este interés por el “igual” contribuye al aumento del peso compositivo de la figura humana y, por tanto, a la mayor captación de atención por parte nuestra.

Imaginemos por un momento los fantásticos cuadros de Patinir, esos óleos del siglo XVI donde el autor interpreta perfectamente las cualidades del color en función de la distancia, representando los colores más fríos y azulones para las zonas más alejadas y los colores más cálidos en las zonas más cercanas. Toda esa genial interpretación de la atmósfera de un paisaje queda en un plano secundario cuando al recorrer la obra encontramos a una figura como en “En el paso de la laguna Estigia”, donde Caronte navega en su barca con un alma. De pronto nuestro interés por el paisaje se pierde y lo que nos llama la atención es la figura. Qué le ocurre, por qué está ahí, que aspecto tiene…

 

 

 

 

 

 

 

Dentro de la figura Humana aparecerá un mayor peso compositivo: el rostro, como fuente de información estética, psicológica, identitaria, coyuntural… Con la lectura del rostro podemos comprender más aún que le ocurre a nuestro “igual”. De manera que esa abundancia de información nos ayuda a generar mayor cantidad de juicios de valor, mayor interés, mayor peso compositivo, por tanto.

Además, dentro del rostro ocurre algo esencial, si el artista tiene por objetivo representar a alguien concreto, nos llevará, a su vez, a un lenguaje de doble dirección entre el retratado y el espectador, donde la comparación se vuelve imprescindible, ampliando aún más el interés de la obra y dando lugar al tema más ambicioso de la representación artística como es el Retrato.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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