De las alojerías a los mentideros… llegando a los cafés.
¿Te apetece tomar un Café? Cuántas veces no habremos escuchado esta frase y dicho, para compartir una agradable tertulia con buena compañía… El café es uno de los productos más comercializados en el mundo y su consumo va en aumento.
Su cultivo y comercialización empezaron en la Península Arábiga. Una de las leyendas más conocidas de su procedencia habla de Kaldi, un pastor de cabras que observó cómo su rebaño después de la ingesta de unas bayas se encontraban en estado de agitación y alerta durante toda la noche. Kaldi lo puso en conocimiento del abad del monasterio local y este, lo compartió con otros monjes y así comenzó a extenderse este preciado producto.
Retomando de tiempos más cercanos, Josep Pla nos dejó algo así como «el hombre, además de hijo de sus obras, es un poco hijo del café de su tiempo» ciertamente es así, lo que respecta a una época pasada, ésta afirmación nos lleva a ver el café de nuevo desde otra perspectiva. Antes de la aparición de los cafés de la segunda mitad del siglo XVIII, existieron lugares de sociabilidad que desempeñaban un papel similar al que luego tendrían los cafés. Aparte de las tabernas y figones había alojerías, aguaduchos, horchaterías, neverías y otras expendedurías de refrescos y bebidas frías. Puestos callejeros y ambulantes de resolis, mistelas y aguardientes, según Torres Villarroel «especie de retablos» . Pero quizá los cafés en España tenían un antecedente más claro que el de las alojerías. Nos referimos a los mentideros, lugares muy españoles y celebérrimos. Todos los deseosos de charlar, de estar al tanto de los cotilleos y de las noticias más señaladas. Se les llamó mentideros por el número considerable de embustes que en ellos se forjaban y difundían…
Intelectuales, artistas y literatos como Pío Baroja, Valle Inclán, Benito Pérez Galdós, Antonio Machado o el mismo Francisco de Goya fueron algunos habituales clientes de los cafés de nuestro país.
Las reuniones acompañadas de cafés, vinos entre espesa nubes de humo de los cigarrillos, servían para debatir temas políticos, literarios, culturales, bien para vanagloriarse, bien para pelearse o incluso e por ahí andaban dispersadas para futuras obras, bien sean literarias, pictóricas, escultóricas, etc…
Sea como fuere hasta el día de hoy los cafés han sido testigos de amistosas tertulias, intrigantes conspiraciones, encuentros amorosos, desencuentros y lugares de culto para muchos artistas. Así pues.. ¿Tomamos un café?
Algunos párrafos son extractos de los cafés históricos de Antonio Bonet Correa.