Pocas cosas han despertado tanta fascinación entre los seres humanos como la luna. Guiando soledades, sueños y secretos, siempre ha estado presente en nuestros mitos, historias y arte.
Un cuadro subversivo
En este cuadro, Dos hombres contemplando la luna de Caspar David Friedrich -que cumple ya 200 años- es el punto central y foco de luz. Arropa el entorno con un hálito de misterio e ilumina el sentido de la obra. Una luna creciente, que vuelve a nacer, como el artista soñaba que lo hiciera su tierra natal.
Y es que, tras la derrota de Napoleón (en 1815), en la Prusia de Friedrich se había restaurado un gobierno absolutista que se dedicaba a censurar las aspiraciones democráticas y las manifestaciones que tuvieran que ver con éstas. Las ideas liberales estaban perseguidas y, las personas que las expresaran, tachadas de “demagogas”.
El pintor no estaba para nada conforme con la situación…. Por eso representa a los dos personajes vestidos con el traje germánico tradicional -que estaba prohibido- y dedicados “a alguna suerte de conspiración demagógica”. Esta obra es un ejemplo de cómo el arte puede tornarse subversivo, permitiendo al creador tomar partido públicamente contra el régimen establecido. Pero es mucho más que eso…
Una estética sublime
Es Romanticismo, Filosofía de la Naturaleza y una nueva estética expresada por autores como Edmund Burke o Immanuel Kant. Éstos proponen una especie de unión mística entre el micro-cosmos (el ser humano) y el macro-cosmos (la Naturaleza). Una Naturaleza libre y espléndida que excede los límites de la razón y que, por ello, es capaz de elevar al hombre hacia un contacto con lo divino.
De hecho, Kant lo describe así: “Dos cosas llenan mi ánimo de creciente admiración y respeto a medida que pienso y ahondo en ellas: el cielo estrellado sobre mí y la ley moral dentro de mí […] las veo ante mí y las enlazo directamente con la conciencia de mi existencia.”[1] Es como decir…“la inmensidad del cosmos y las profundidades del alma, dos universos misteriosamente relacionados”…
Caspar David Friedrich, como gran paisajista[2], también reflexiona sobre esta relación: “El pintor no debe pintar únicamente lo que ve ante él, sino lo que ve dentro de él.” En este caso, a sí mismo y a su discípulo, August Heinrich, contemplando la luna y expresando un sentimiento tan sublime como la luz que los envuelve: la amistad.
En la actualidad, l@s artistas no sólo plasman estos valores a través de la pintura, sino también mediante la fotografía del paisaje, como en el caso de Aitor Arana Arruti
[1] KANT, I. (1788), Crítica de la razón práctica, Buenos Aires: Losada, 1977, p. 171
[2] Wolf, N. (2003) Friedrich, Colonia: Taschen.